Encuentro frustrado [Bella]

Había salido a correr por el bosque tal como lo hacía cada vez que me sentía sofocado.
Mi familia era toda la fuerza que tenía, me fascinaba pasar tiempo con ellos, pero cada cual estaba en sus asuntos, con sus parejas y en ciertas ocasiones, quedaba apartado.
Mi individualidad me apartaba, no podía compartir sus charlas y entendimientos sobre relaciones tan estrechas ya que jamás lo había experimentado, y la verdad era que a estas alturas no cabía en mi la esperanza de llegar a saberlo nunca.

Mientras cavilaba tales posibilidades distraidamente, un efluvio muy particular llegó hasta mi.
Era un aroma dulce, que nublaba las ideas y te impulsaba a encontrar a su dueño.
Cerré los ojos por un segundo para inspirar y agudizar mis sentidos, más aun. Me concentré en los alrededores, pero no oia ningún pensamiento, silencio total.

Reabrí los ojos, aun invadido por aquel aroma tan particular y busqué con la vista por la cercanía, moviéndome un poco siguiéndolo, con suma curiosidad.
Entre la densa vegetación, pude ver a lo lejos una figura femenina, de contextura pequeña. Di unos pasos hacia ella dejándome llevar por el impulso, en completo silencio y ocultándome entre los arbustos.

Luego de mi paseo por España, y a sabiendas de que María y Jasper aún no se encontraban en México, mis planes dieron un vuelco radical, una idea se había instalado en mi cabeza y no se iba a ir hasta que hiciera lo que deseaba. Sentí la necesidad imperiosa de ir a Forks, el pequeño pueblo al que me estaba dirigiendo justo en el momento de mi rapto, para verificar cómo estaba llevando Charlie mi desaparición.

Había pasado bastante tiempo desde la última vez que lo había visto. Mucho tiempo desde la última vez que pisé el suelo de este pueblo que siempre había visto como deprimente. La humedad y el cielo encapotado predominaban y le daban el típico adorno al lugar. Aunque en mi nueva vida, era un clima bastante cómodo en el que se podía andar con tranquilidad.

Oculta tras la arboleda, me posicioné en la parte del bosque, detrás de la carretera, que estaba en más cercanía con la casa de Charlie.
El coche de patrulla estaba en la entrada, tal como lo recordaba. Era el horario por el que él solía salir en camino al trabajo. Lo estaba esperando, nerviosa por lo que pudiera llegar a ver. No soportaría ver a un Charlie con los años muy ostensibles encima, ya que me dolía demasiado la idea de no poder acompañarlo a él y a Renée en su vejez.

Más allá del olor a madera humeda y fango, llegué a percibir otro aroma. Éste era muy atrayente, distinguido, estaba segura de poder diferenciarlo entre una multitud. Me giré intentando ver a alguien, a su portador. No había nadie, sólo vegetación, pero ese aroma tan persistente me distraía.
- ¿Hola? - no se trataba de un simple humano, eso estaba más que claro.. era alguien como yo, aunque a su vez, mucho más distinto.

Se la veía como si estuviera espiando. Esperaba algo, miraba algo más allá de la carretera.
Viré mi vista hacia el lugar y sólo vi una casa muy normal, con un auto de patrulla aparcado. No había nada de extraño en ella, que yo supiera allí vivía Charlie, el jefe de policía. Pero ella esperaba, mirando hipnotizada.

De un momento a otro, la chica se movió un tanto inquieta, como si algo hubiera cambiado. Miró a ambos lados y se volteó con rapidez. Yo me oculté mejor sin perder mi vista de ella. Me ocultaba simplemente por curiosidad, quería poder descubrir qué era lo que esperaba, su silencio mental me desconcertaba al punto de obsecionarme con querer saber más de ella.
No iba a interrumpirla en su tarea de espera o espionaje. No era nada habitual en mi tener que mantener ningún tipo de acercamiento para saber algo, bastaba con oir parte de los pensamientos de las personas y saberlo todo.

Esto se había transformado en mi reto personal, tenía que descubrir lo que ella hacía, pero me negaba a tener que acercarme para lograrlo. La muy impertinente vampireza, con su aroma tan cautivante, estaba humillando mi propio orgullo a su antojo y eso me ponía en un conflicto interno.

Cuando volteó pude ver con más claridad su rostro, al detalle.
Sus arqueadas pestañas hacían el marco perfecto a sus ojos acaramelados y redondos, los cuales me indicaban que su alimentación era como la mia.
Sus pómulos eran marcados, aunque estaban en armonía con el resto de sus rasgos faciales, redondeados. Sus labios eran carnosos, con una mayor amplitud del superior sobre el inferior, algo inusual. Su rostro tenía la forma de un corazón, acabando en un mentón fino. Y para acabar aquella curiosa fórmula, tenía una espesa melena castaña acompañando sus facciones de un modo espléndido y distinto.

Después de aquel tiempo que me llevó detallarla de una forma demasiado llana y espontánea, me percaté de que había hablado. Sabía que había alguien cerca, pero no iba a perder mi debate interior, debía poder descubrirla por mi mismo. Así que me mantuve en silencio y esperé a que decidiera que esta tarea de encontrar a nadie era demasiado aburrida, y volviera a lo suyo, un comportamiento normal de cualquier persona.

El bosque tenía una vegetación sumamente densa, no había nadie allí, sólo verdes hojas, troncos altos, hierbas de todo tipo y raíces por doquier.
Algunas gotitas de humedad sobre las hojas, típico de la mañana temprano en un clima frío, y aquel notable aroma que no me dejaba concentrar. Definitivamente debía haber alguien allí, no podía estar imaginándomelo.

Di unos pasos más entre la espesura, viendo a todos lados atenta. Mis pasos fueron lentos y cautelosos, no sabía con quién me podía encontrar. Algunas ramas me tocaron el brazo. Tenían un aroma distinto, alguien había estado allí antes. Las olfateé con más ímpetu y reconocí aquello. Había sentido ese olor un tanto nauseabundo antes, con mis compañeros. Ellos me habían dicho de qué se trataba.. licántropos.

Por un instante me quedé dudando si quien estaba por allí cerca fuera uno. De ser así debía estar mucho más cauta porque sabía que eran nuestros enemigos naturales, quizás le desagradara mi presencia.
Pero el aroma, este que sentía y me desconcentraba, no podía ser el de un licántropo, ya que era dulce y embriagador, tenía que ser el de un vampiro. De hecho, estaba segura, así que descarté la anterior idea y avancé un paso más.

Mi escudo mental estaba siempre activo, por lo que si fuera alguien que quisiera aplicar algún tipo de don sobre mi, no iba a poder lograrlo.

Sosteniéndome de algunas ramas que estaban a la altura de mi cabeza, y esquivando otras, fui siguiendo el sendero por dónde venía el efluvio.
Una de las superficies de un árbol estaba impregnada de aquella esencia.
Estaba cerca.. pero, ¿por qué no se dejaba ver?

Pude ver su rostro de intriga y algo de nerviosismo. Estaba sondeando el lugar con la mirada mientras yo hacía mimetismo con la vegetación. A pesar de eso, ella sentía mi olor, y muy lejos de aburrirse por no distinguir a nadie, ella avanzó unos pasos más y su curiosidad parecía ir en aumento.

A medida que ella avanzaba, yo fui comenzando a retroceder. Ella se había convertido en un enigma para mi, y no iba a descifrarlo enfrentándola, no era como funcionaban las cosas para mi, era un reto personal.

En un paso para atrás, la hierba bajo mis pies crujió en un volumen tan bajo que si no hubiera sido yo mismo quien pisó, no lo hubiera notado.

El siguiente paso al retroceder no fue tan exitoso, ya que una raiz se interpuso en mi camino y su crujido por el peso de mi cuerpo fue más fuerte que el anterior, aunque aun imperceptible para el oido humano.

Mientras avanzaba, pude oir un crujido, muy cerca mío, alguien estaba aplastando algo en el suelo, posiblemente alguna pequeña rama o hierba. Un sonido muy débil, pero más que suficiente para que lo oyera.

Me adelanté unos pasos más, lo tenía cerca y su aroma me invadía cada vez más. Era incluso desesperante, me atraía de un modo distinto.

Cuando estuve justo en el lugar de dónde vino el ruido, no había nadie, pero sí pude distinguir algo. Entre la verde arboleda, un color acaramelado contrastó. Un color que captó mi atención. Me distrajo e inmovilizó.
Una sensación, como sería una corriente eléctrica, me recorrió.

Cuando hice aquel ruido, un descuido total, ella empezó a buscarme frenéticamente, y por un momento, nuestras miradas se cruzaron. No fue más de un segundo, pero sí fue lo suficiente como para grabar su mirada en mi memoria.

Sin pensarlo, me subí a lo alto de un árbol y fui de uno a otro, sin hacer ningún sonido, hasta alejarme lo suficiente y volver al suelo para correr de regreso a casa.

No entendía por qué me causaba tantos disturbios mentales, no era nadie especial, ni siquiera la conocía, era algo estúpido y en cierto modo me sentía molesto por no poder ver sus pensamientos, no sabía el motivo, y supuse, por alguna razón desconocida por mi, que la tendría en mi cabeza por mucho tiempo.

Su mirada no duró mucho. Realmente fue fugaz. Me quedé parada en el medio del bosque con la mente en blanco, o mejor dicho, con la mente en dorado.

En unos segundos más, su efluvio se alejó, desaparecía poco a poco. El silencio se volvió sepulcral.

Cuando comencé a reaccionar nuevamente, y mi mente volvió a la realidad, pensé en Charlie, por quien había venido a este lugar.
Corrí hasta el borde del bosque y la carretera, justo desde donde se podía ver la que alguna vez fue mi casa.

Me sorprendí al ver que el auto de patrulla ya no estaba. Charlie ya se habría ido al trabajo. Chisté porque no había notado el paso del tiempo.
Por un desconocido había dejado que mi padre se fuera sin ver cómo estaba.

Me di la vuelta resignada. Regresaría otra vez para verlo, ahora, por algún tonto, extraño y rebuscado motivo, mi mente no apartaba aquellos ojos de mis recuerdos.